No hay ninguna duda, el crecimiento económico tiene límite. Los países más desarrollados del mundo están preparándose para las restricciones que se pondrán en 2020 a la destrucción del planeta. No es una reivindicación ecologista, es una necesidad que sólo no es percibida por los más incautos. Alemania (Berlín es la ciudad menos contaminada, a pesar de su industria) y los países nórdicos son los más preparados, así que cuando se establezcan las limitaciones en consumo eléctrico y uso de materiales en productos que se consideren residuos antes de unas cuantas reutilizaciones, podrán seguir con una economía en crecimiento debido a que están preparándose para esas reglas. Los países cigarra no podremos fabricar ni envasar siquiera, a no ser que seamos absolutamente dependientes de otros que sí podrán seguir creciendo.
Estamos pasados en todos los indicadores: consumo eléctrico y consumo de productos derivados del petróleo, del ratio decantidad de tierra urbanizada por tierra en cultivo (o en barbecho), de la creación de residuos que no pueden eliminarse, de calentamiento de la Tierra, de edificios altos que ejercen una tensión a la superficie del planeta que están provocando acciones de reacción en formato de movimientos sísmicos, de un excesivo consumo de carne que conlleva un número de vacuno que produce nitritos y nitratos excesivos, etcétera.
Este no es un argumento de Greenpeace, debe ser una preocupación de cualquier humano con un coeficiente de inteligencia mínimo. En el 2020 debemos aminorar el perjuicio al planeta. Si no nos actualizamos rápidamente, en cuanto estemos saliendo de esta crisis nos llegará otra prima de riesgo y otros recortes. Esta vez impuestos por la Tierra.